lunes, 29 de junio de 2009

Polimodal: un nivel en transformación

A partir de la aprobación de la nueva Ley de Educación Provincial N° 13.688 de 2007, el Nivel Polimodal (destino de la Práctica Docente del Cuarto Año del Profesorado) se halla en proceso “residual” de transformación hacia la nueva Educación Secundaria obligatoria.
Por esto, y dado que es difícil, en muchos casos, encontrar la documentación y la normativa correspondiente a este nivel, les dejo, a continuación, una serie de vínculos en los que encontrarán:





Además podrán visitar, en la página de la Dirección General de Cultura y Educación de la provincia, una presentación titulada “Escuela Secundaria de la Provincia de Buenos Aires” en la que se muestran las características del ex Polimodal, las incumbencias de la Nueva Secundaria de la provincia y el proceso de implementación de estas modificaciones curriculares del nivel.
Si bien los Diseños Curriculares del ex Polimodal siguen aún vigentes -y, por lo tanto, los alumnos residentes deberán tomarlos como referencia para el Espacio Curricular que nos ocupa-, se vuelve ineludible a los efectos de su formación como futuros docentes del nivel, darles continuidad a las perspectivas trabajadas para los primeros años de la Educación Secundaria por lo que, entendemos, será oportuno y necesario revisitar tanto los contenidos como los enfoques que, para las ahora denominadas Prácticas del Lenguaje, se han abordado ya en el Espacio de la Práctica Docente correspondiente al Tercer Año.

jueves, 25 de junio de 2009

Recuerdos de la escuela, un lugar de donde nunca me fui.

Cuando rememoro mis experiencias y encuentros con la Literatura durante mi paso por la escuela, recuerdo inmediatamente el taller literario que llevaba adelante la señorita Alicia en tercer grado y que tantas buenas sensaciones me produjo a pesar de mi corta edad. Pero cuando pienso en la escuela secundaria son pocos los recuerdos que vienen a mi mente en relación con las clases de Lengua y Literatura.
Recuerdo de la secundaria las hojas llenas de oraciones para analizar y la insistencia en otras cuestiones gramaticales. Sin embargo, también me acuerdo de los manuales de Lengua, que me parecían muy interesantes, y que tenían muchos textos en su interior que quedaban sin leer. Recuerdo que me gustaba cuando leíamos novelas, obras de teatro, cuentos o poesías, pero las tareas siempre pedían las mismas respuestas: argumento, tipo de narrador, explicación del título, caracterización de los personajes y alguna que otra pregunta de “comprensión”. Nada de eso me llamaba la atención ni despertaba en mí el placer por las historias de imaginación.
La situación cambió en Polimodal, cuando empezamos a estudiar Literatura y se dejaron un poco de lado las cuestiones gramaticales. En esta época resurgió mi placer por la lectura y mis ganas de escribir. A pesar de algunas participaciones en concursos literarios de poesía en los que obtuve alguna distinción, no había en las clases de Lengua actividades destinadas a motivar la producción de textos, la actividad creadora, el encuentro con las palabras y la relación con el mundo a través de la Literatura. Tengo hoy la sensación de que se nos enseñaba la Literatura como algo ajeno a nosotros mismos, como algo difícil de alcanzar, reservado sólo para los nombres que componen un canon.
Me acuerdo que estudiaba con ganas la teoría y que cuando encontraba algo relacionado con un tema literario lo leía. Fue en esa época cuando me dieron para leer los primeros cuentos de Cortázar, algunos de Borges, el Martín Fierro, textos que me gustaban más que las novelas que leíamos en la EGB y de las que sólo recuerdo algunos títulos como No me digan que no. Sin embargo, siempre me quedaba con ganas de estudiar lo que quedaba en el libro sin ser visto a causa de las limitaciones del tiempo.
En fin, muchos huecos vacíos que representaban en mí deseos insatisfechos y ansias de buscar y conocer más. Todo lo que me llevó a incursionar en este mundo de la Literatura que me hace sentir lo mismo que experimentaba en el taller de la señorita Alicia cuando escribía cuentos que surgían puramente y sin restricciones de mi imaginación infantil.

miércoles, 24 de junio de 2009

Biografía escolar: Un tiempo atrás


Acerca de una biografía escolar trata (o bien pretende tratar) este texto; que, para definirlo mejor, es más como una justificación ante el involuntario olvido de mis años como alumno de las clases de Lengua y Literatura en las escuelas primaria y secundaria.
A los lectores de estas líneas les advierto que escribo cuando hay síntesis, conclusiones y necesidad. Tal vez no tengan ningún sentido estas palabras, como tampoco las que les precedan.
Hace un tiempo atrás falleció Alejandra Abato quien fuera mi maestra de quinto grado y profesora particular de dibujo durante cinco años. Ella incentivaba la lectura de una manera lúdica: trabajábamos un cuento que posteriormente representábamos en el escenario de la institución. La puesta en escena de Natachia fue divertidísima. La niña, cuyo nombre es el del título, tenía que bañar a su perro fóbico al agua, representado por mí. Yo me caracterizaba por ser circense, y representé el papel con tanta gracia que la maestra quiso, que mis compañeros y yo, repitiéramos la función ante otros cursos del colegio.
La reciente muerte de Alejandra es quizás es el motivo por el cual mi memoria vuelve a funcionar. Me devuelve más joven a mis más preciados sueños, los que concreté y los que quedan por concretar. Esos sueños que me devuelven a mi verdadera imagen.
Aquella maestra mía de la niñez, un tiempo dorado, me enseñó a expresarme no sólo a través de las palabras sino también a través de las artes.
Prohibido suicidarse en primavera, Reina de colibríes, Soñar el paraíso, El águila y Vacaciones con Aspirina son algunos de los libros leídos y analizados durante mi estadía en la Escuela Primaria Bartolomé Mitre Nº 4. Sin embargo, por entonces no creo haberme perfilado como el aspirante a Profesor de Lengua y Literatura que soy hoy.
Cursé el colegio secundario en la Escuela de Educación Media Nº 5. Ingresé en 2000 y egresé en 2002.
Odié este período. Nada parecía importarme, todo estaba dañado y no podía fingir ser otro. Quisiera ahora perder la memoria y nunca más recordar.
Hasta que impaciente por escapar de la tristeza en que estaba sumido, ansioso por recuperar en mi cuerpo los sueños y utopías, acabé los estudios, sin complicaciones, sin penas ni glorias.
Específicamente del área de Literatura, recuerdo haber recitado poesías de memoria. Conforme a mi ánimo elegí: Olas grises, de Leopoldo Lugones, Melancolía, de Rubén Darío y La silla que ahora nadie ocupa, de Evaristo Carriego.
Guías de comprobación y comprensión de lectura eran frecuentes. Autores varios: José Hernández, Henrik Ibsen, Gabriel García Márquez, Ernesto Sábato, Esteban Echeverría y Rodolfo Walsh entre otros, aunque ninguno griego o latino y tan sólo Alejandro Casona como representante español.
De los contenidos de Lengua no recuerdo casi nada, seguramente los constantes análisis sintácticos, el esquema de la comunicación y los diferentes tipos de discursos habrán dicho presente en la planificación de los profesores de turno.
Pasarían tres años más antes de poder decir: “Es mentira que nada me importa, que todo me da lo mismo”. En esos años me perdí y volví a encontrar, una vez más. Y en esas idas y venidas me enamoré de las LETRAS. ¿Cómo? La respuesta no corresponde, mi biografía escolar quedó atrás.

Disculpen si no suena cotidiano, pero ser humano también es todo esto, sabemos que cada cual puede ser como quiera y yo también. Silvina Garré

Sebastián La Salle

martes, 23 de junio de 2009

Esta semana empiezan las observaciones

Durante las próximas cuatro semanas realizarán, como alumnos del Espacio de la Práctica IV, su primera inserción institucional a través de lo que se considera una parte importante de las prácticas docentes propiamente dichas. En el transcurso de este tiempo realizarán observaciones y ayudantías en los cursos seleccionados como destinos para las prácticas. Es decir que, por primera vez, entrarán en contacto con el profesor orientador y con el grupo clase con el que desarrollarán su práctica.
La observación se concibe, es general, como un proceso sistemático de
toma de información que requiere de una atención particular en función de los fines que la guían. En este caso, los focos de atención son varios: el reconocimiento de los vínculos que se establecen entre el docente y los alumnos, entre los alumnos y el conocimiento, entre los alumnos entre sí; el análisis de la didáctica personal del docente, de los procedimientos empleados más frecuentemente en sus clases, de las estrategias didácticas típicas, de las concepciones de evaluación con las que se conduce, etc.Diferentes investigadores sugieren algunas precauciones que conviene tener en cuenta antes, durante y después de la práctica de observación (Basado en Richards y Lockhart, 1998):


• Antes.
- Un observador es un invitado.
- Su función no es juzgar, evaluar o criticar al profesor.
- Es necesario ponerse de acuerdo sobre el cómo, cuándo y por qué observar con el profesor titular.
• Durante.
- Es importante que el visitante pase totalmente desapercibido.
- El visitante deberá ser agradecido y cortés.
- Tomará notas y recopilará información de forma discreta.
• Después.
- Las informaciones recogidas por el visitante serán privadas y confidenciales.
- Los visitantes no nombrarán al profesor titular al redactar sus informes.
- Las informaciones recogidas estarán a disposición del profesor titular si éste lo solicita.

Pero, si bien lo que se solicita es un registro de lo observado, indudablemente las representaciones y saberes del sujeto observador orientan la observación y la interpretación de lo observado. La observación de las prácticas constituye un dispositivo analizador fundamental ya que nos permite develar, descubrir o desocultar determinados aspectos que tienen que ver con el funcionamiento de las mismas, pero que no se manifiestan de modo evidente ante la primera mirada.
A partir de las
orientaciones para la observación de clases
que se brindan en documento adjunto, ustedes tendrán que registrar las clases que observen y luego elaborar, en conjunción con la bibliografía que se indicará oportunamente, un análisis de las mismas.

viernes, 19 de junio de 2009

¿Docentes "inexpertos"?

En el texto titulado La experiencia escolar de maestros “inexpertos”. Biografías, trayectorias y práctica profesional, la investigadora Andrea Alliaud hace referencia a la importancia de enriquecer la práctica profesional a partir del buceo constante en la experiencia que el docente tuvo como alumno.
Es indudable que en el paso por los distintos niveles educativos hemos aprendido algo más que conceptos de lengua, matemática, historia, etc. Existen cosas que no fueron planificadas por nuestros maestros y/o profesores y que, sin embargo, seguimos recordando. Por ejemplo, los modelos de enseñanza, las pautas de comportamiento o las reglas de acción. Además de las imágenes sobre los docentes y su trabajo. Esto es así porque hemos aprendido “en situación” durante todos los años en que fuimos alumnos. Según la autora ésta es una fase formativa “clave” para aquel que vuelve a la escuela pero no ya como alumno sino como maestro o profesor.
Por lo tanto, ya no es correcto decir que el novel docente se ha insertado al sistema educativo o a la institución escuela, sino que podemos decir que se trata de una reinserción. Vuelve a un lugar de donde nunca se ha ido del todo ya que el profesorado también cuenta en el trayecto educativo. Así, es natural que se considere al docente “novato” como un sujeto con experiencia educativa, con vivencias cargadas de sentido, se trata de un docente que maneja la cultura escolar porque ha estado inserto en ella desde sus primeros años.
La escuela es el lugar en el que todos aprenden la gramática escolar. Tyack y Cuban la definen como “un conjunto de tradiciones y regularidades institucionales sedimentadas a lo largo del tiempo, transmitidas de generación en generación por maestros y profesores; modos de hacer y pensar compartidos, a través de la experiencia”. Hay elementos, maneras, concepciones que se mantienen y se repiten en el tiempo y que los sujetos participantes de la actividad educativa absorben casi sin quererlo o sin percibirlo. Todos estos “conocimientos” se activan cuando ese alumno vuelve a la escuela como maestro de alumnos.
Pero este alumno-docente vuelve a una escuela que no es la misma que él conoció y al mismo tiempo sí lo es, sus compañeros no son los mismos y sus alumnos no son como los alumnos que concurrían a la escuela cuando él era alumno.

El modelo educativo tampoco es el mismo, las metodologías y las estrategias son distintas por lo que la relación pedagógica también es otra. El docente cuenta para llevar a cabo su práctica docente con lo que aprendió en el pasado (escuela primaria y secundaria), lo que le mostraron que debía ser (profesorado) y lo que él quiere que sea (sus expectativas). La pregunta a la que intenta responder buena parte del texto es: ¿Cómo enfrentan los nuevos y variados escenarios (realidades escolares) sujetos que han tenido experiencias previas?
Andrea Alliaud realizó una investigación con doce docentes “novatos”, en la que tuvo en cuenta todo lo que ellos vivieron y sintieron a lo largo de su trayectoria escolar. Ese material se tomó como base de análisis para comprender la práctica profesional. Lo importante fue ver cómo los docentes narraron eso que les pasó. En algunas producciones subyacen matices subjetivos y aflora la creación marcada por los sentimientos.
En muchas autobiografías se evidencia que la tarea de enseñar está atravesada por acciones ajenas a las planificadas pero muy significativas para los alumnos, por ejemplo el grado de afectividad entre los participantes del hecho educativo, la ayuda del docente a los alumnos, la motivación y el acercamiento. Acciones características del docente bueno que debe “despertar” a un grupo muy pasivo o “acallar” a un grupo demasiado despierto. Subyace una intención moralizadora que se adapta perfectamente a los sistemas educativos modernos. Ahora bien, en la actualidad esas acciones se han re-editado por los “nuevos maestros”, los alumnos se presentan como los protagonistas absolutos. Ellos piensan, actúan, inventan, resuelven junto con el docente; son co-protagonistas.
En resumen, las autobiografías escolares revelaron una serie de elementos comunes que son ahistóricos, es decir, que no tienen un tiempo de inicio y fin, están ahí porque la escuela los fue transmitiendo así y los nuevos docentes los repiten, incluso sin desearlo. Siempre hubo y siempre habrá buenos y malos maestros, buenas y malas experiencias. Por lo pronto nos queda la posibilidad de afrontar nuevos desafíos tratando de mejorar aquello que inevitablemente vimos, aprendimos y que no condice con la realidad que anhelamos.
De allí, la importancia de volver una y otra vez sobre nuestra trayectoria personal para encontrar los puntos de partida que nos permitan construir herramientas de acción acordes a las acciones que pongamos en juego.

Publicado por Evangelina y Jimena

miércoles, 17 de junio de 2009

Una experiencia contada

En la instancia preparatoria del presente trabajo, me resultó llamativo el hecho de no poder encontrar fácilmente en la memoria los rastros de mi experiencia educativa como alumno de Lengua y Literatura del secundario.
Sin duda, el hecho de haber finalizado esta experiencia escolar hace ya dieciséis años y de que mis estudios secundarios fueran los de un Perito Mercantil (lo que equivale a decir que en los programas se le daba mucha más importancia a la Contabilidad y a otras asignaturas tales como la Economía y la Matemática Financiera, que a las Letras), tuvieron que ver en el asunto; pero tal vez no se deba solo a eso.
Lo poco que recuerdo de aquellos años es a una profesora de Lengua muy exigente y amante de su profesión, a la que le gustaba dictar capítulos enteros de algunos textos. Recuerdo también que no existían manuales ni fotocopias y que no trabajábamos prácticamente nada la producción.
Es en este punto, en el que me pareció haber encontrado la clave. En la producción. Y como la memoria funciona de maneras misteriosas, me retrotraje fácil y rápidamente a mis días de alumno de Lengua, pero en la escuela primaria. Allí, aunque parezca mentira, pude ver algunas cuestiones de manera más clara a pesar de los años trascurridos.
De esta etapa inicial recuerdo mucho trabajo grupal, muchos juegos y una maestra (de la cual sería imposible saber su nombre) también dedicada, pero que trabajaba la literatura desde la sencillez y no desde la complejidad. Alguien que nos permitía entretenernos a la vez que aprendíamos.
Es dentro de este ámbito escolar ameno en el que sorprendentemente pude recordar además de a mis compañeros de clase (algunos hoy amigos), a dos trabajos prácticos (deberes se llamaban entonces) en particular y con mucho cariño.
El primero resultaba ser una producción grupal. Una historia de misterio realizada en forma cooperativa con algunos compañeros. De ella recuerdo nada más (y nada menos) el haberme divertido muchísimo al escribirla. Había cavernas oscuras, casas misteriosas y bichos. Su protagonista (un compañero del mismo grupo de “escritores” que se había convertido en personaje por sorteo), en el remate del cuento despertaba de un desmayo (o algo así) en el interior de un féretro del cual finalmente conseguía escapar. ¡Espectacular!
El segundo relato que recuerdo, se trataba de una producción personal. Un texto el cual creo que era una mezcla de cuento y texto argumentativo. Dicho relato describía como un libro era considerado como su mejor amigo por el protagonista de la historia. El libro en cuestión metafóricamente se relacionaba con el niño en una amistad muy singular. Recuerdo haber leído este texto en clase (¡en voz alta!) y con una vergüenza terrible; pero también, que una vez terminada la redacción del mismo, me había dejado la increíble sensación de haber escrito algo que a mis ojos había quedado “redondito”. Es decir que me encantaba todo de él: lo que contaba, como lo hacía y (más que nada) como concluía.
Obviamente, de estos primeros y fundamentales relatos no han quedado rastros en papel. No hay material en el cual indagar; no obstante lo cual, ha quedado demostrado que los mismos se tatuaron en algún lugar de la memoria de este hoy alumno del Profesorado de Lengua y Literatura.
No sé, si lo escrito hasta aquí fundamenta solidamente o no la elección de un servidor por este profesorado a través del camino de la literatura y no de la pedagogía; pero de lo que sí estoy seguro es que la experiencia descripta, de alguna manera sumó para que yo entienda a la literatura como algo fundamental e importante, como algo muy personal y a la vez compartido. Sin duda, a mí me sirvió para comprender esencialmente el inquietante y mágico juego que se plantea entre el autor y el lector en el mundo de lo literario. Y esencialmente, para comprender que la literatura no solo debe ser aprendida; sino disfrutada, gozada. Hoy estoy completamente seguro que ésta es la única manera de que la misma deje huellas tan profundas como las que en mí evidentemente dejó la experiencia descripta, o debo decir… contada.

Recuerdos literarios....

Abrir el baúl de los recuerdos y buscar en él mis primeras experiencias con la Literatura es volver a mi infancia, volver a revivir los momentos en que la literatura era parte de un juego.

Recuerdo que durante la primaria la lectura de textos era fundamental para la clase de Lengua, textos breves pero variados, que nos permitían tomar contacto con los diversos géneros. También recuerdo haber producido como tarea varios cuentos y poesías desde muy pequeña. Pero lo que más tengo presente es el "Taller de lectura y escritura" que teníamos en Séptimo grado todos los viernes. Allí leíamos cuentos breves como disparadores a futuras producciones, las cuales compartíamos a la siguiente clase. La profesora, para corregirlas, siempre utilizaba para todos la misma expresión: "Está bien, pero podría estar mejor...", esta fue un experiencia que me llevó a buscar un estilo propio tanto de lectura como también de escritura.

Fue en el secundario donde tomé contacto con las obras clásicas de la literatura española, un vuelco importante en mi "vida literaria" hasta ese entonces, que se profundizó con la lectura de Cortázar, Borges y Sábato, además de indagar por la literatura precolombina y tejer relaciones entre ésta y los demás autores mencionados. Lo que más me gustaba de esas clases eran los "coloquios" sobre las obras leídas, esto me permitía enriquecer mi lectura de una determinada obra con las distintas visiones y posturas de las lecturas de los demás.

Quizás fue algo de todo esto lo que marcó la decisión de optar por el Profesorado en Lengua y Literatura, pero si de algo estoy convencida es de que la literatura tiene una capacidad única para transformarse y transformarnos a través del tiempo.

jueves, 11 de junio de 2009

Estar siempre de regreso…




¿Cómo fue mi paso por la escuela? Muchos acontecimientos importantes no recuerdo; pero voy a tratar de traerlos al presente.

Yo fui a séptimo, octavo y noveno año de la EGB Nº 53 de Pergamino y al Polimodal del Colegio ex Nacional. Todo aconteció en el período que comprende los años 1997 hasta 2002. Hoy, siete años después de la entrega de diplomas de la secundaria, vuelvo hacia atrás.

Dos instituciones distintas; dos experiencias diferentes. Algo quedó, en mi persona, que une ambos ámbitos educativos: las ganas de no irme nunca, de estar siempre de regreso…

Decía que no tengo tantos recuerdos en cuanto a lo educativo; un adolescente se preocupa más por aprobar, a cualquier precio y sin demasiado esfuerzo, que por indagar en si lo que enseña el profesor es significativo o no para su desarrollo intelectual y crítico. Lamentablemente, esta reflexión se hace unos años después, cuando pasó la etapa adolescente.

En séptimo año tuve maestras. A la que más recuerdo es a la maestra de Ciencias Sociales y de Lengua. Tengo presente dos momentos como si hubieran sucedido esta mañana. El primero: una dramatización en la clase de Ciencias Sociales… ¡Qué bueno que estaba salir de lo rutinario de las clases! Estábamos organizados en grupos. Lo más interesante era que teníamos la posibilidad de crear nosotros mismos la obra: guión, música, escenografía, vestuario…todo, y salió buenísimo. El segundo momento: la misma maestra nos pidió que escribiéramos algo; a mí se me ocurrió un breve y sencillo poema. ¡Ahora, no sé dónde puede estar! Lo valioso: a todos les gustó y el reconocimiento de la maestra aún lo llevo conmigo.

En octavo y noveno había profesoras. A mí me gustaba lo que nos enseñaban… pero, al no recordar el cómo, supongo que no fue tan significativo. Mis compañeros odiaban a la profe de Lengua de noveno: ¡hicimos análisis sintáctico todo el año! La profe de octavo era más joven y, tal vez, menos rígida; lo que puedo rescatar hoy de ella es la cercanía afectiva que construyó con nosotros. Creo que el hecho de que los alumnos sean y se sientan personas importantes para los profesores, y no meros objetos de trabajo, es un modo de enseñanza muy fructífero.

El paso al Polimodal significó un cambio importante. En general, las clases de Lengua eran siempre iguales: no usábamos libro, siempre fotocopias, leíamos, en grupo, y resolvíamos las consignas de la misma fotocopia. Algo que siempre pienso es por qué no nos presentaban los temas que íbamos a trabajar todo el año, por ejemplo. Yo siempre me sentí desorientada en cuanto a la organización de la materia; tenía la sensación de que todos los contenidos estaban desordenados; era mi punto de vista.

Un día apareció una profesora suplente, muy joven, se presentó y nos dijo que éramos su primer curso y que ella había estado sentada en la misma aula cuando iba a la secundaria. A mí me gustó la idea de no irme nunca de ese lugar.



Aquí escribes el resto del contenido que no se vera.

martes, 2 de junio de 2009

Narraciones biográficas II: Cuando éramos felices



En sucesivas clases vamos a dedicarnos a trabajar con nuestra biografía escolar.
Debe quedar claro que el objetivo de esta indagación biográfica en este momento no es decir “la práctica va a ser de esta manera”, sino aportar elementos que nos ayuden a comprenderla y que nos dejen mejor posicionados para interpretar las prácticas presentes.

Algunos publicarán sus escritos; otros, comentarán teóricamente el tema.



Mientras tanto, les dejo un texto de Isidoro Blaisten, de Cuando éramos felices (1992), en el que, con el humor y con la ironía que suelen caracterizar a sus ficciones, expone algunas vivencias autobiográficas de su paso por la escuela primaria y algunos de los vínculos que, en ella, tuvo con la lectura y la escritura:

“Nuestra maestra de segundo grado, la señorita Chiampitti, nos inició en la lectura. Nos inició también en el odio a Ramoncito.
‘Niños’, nos decía, ‘el libro nos eleva’. Y nosotros nos veíamos arriba del libro, volando por los aires. Al principio, para elevarnos, leíamos los cuentos de Saturnino Calleja, donde había elfos y otras cosas. Nunca supe qué eran los elfos, pero en los dibujos eran petisos y con antenas. Comían tartas de grosellas, setas, melocotones y empanadillas, y si las tartas estaban en el alféizar y eran hurtadas, el hada se enfadaba. Alternábamos la complejidad de esta lectura con la de la revista El Tony, donde el imperturbable Mandrake, eternamente de frac, eternamente de capa y peinado a la gomina, hacía el gesto mágico que nosotros imitábamos en el patio del recreo. Mandrake iba siempre seguido por Lotario, un negro grande, pelado y silencioso, con fez y taparrabo de leopardo, que al parecer nunca tenía frío.
Pero un día, de un libro de ‘Trozos selectos’, la señorita Chiampitti nos dictó el poema. Decía así:


Es un niño Ramoncito
estudioso y muy formal
buen amigo y compañero
nunca se ha portado mal.
En la clase es el primero,
siempre sabe su lección…


Pienso que el odio me impide recordar el resto del poema.
Por aquel entonces, nosotros nos ocupábamos de tres cosas fundamentales: robar clavos de herraduras en la fábrica de la calle Yatay, doblar esos clavos para hacernos anillos, y sembrar las vías del tranvía con ‘chapitas’ de naranjín rellenas de azufre y potasio. Las ‘chapitas’ eran las mismas que hoy se conocen como ‘tapa corona’, y provenían de las botellas de naranja Bilz, malta Mamita y naranjín Los Dos Cuñados. A cada chapita se le despegaba la contratapa de corcho, se le ponía una mezcla de partes iguales de azufre molido y potasio, y se la volvía a cerrar. Luego las chapitas eran distribuidas generosamente a lo largo de las vías y cuando pasaba el tranvía 99 se lograba un maravilloso estruendo.
De manera que, de acuerdo con el poema, Ramoncito era un espejo perverso donde nos veíamos abominables y abyectos.
Sólo las composiciones nos redimían. Había dos clases de composiciones: composición ‘Tema libre’ y composición tema: ‘Mi maestra’, ‘Mi mejor amigo’, ‘El lugar preferido de la casa’, ‘Mi prócer preferido’, ‘Desde mi ventana’, ‘Las vacaciones’, ‘El mejor amigo del hombre’ y ‘Me gustaría ser…’
Las composiciones eran nuestro único medio de ejercer la venganza. Los Ramoncitos del aula, no sé por qué, no eran buenos en composiciones y creo que la señorita Chiampitti lo intuía; todas las composiciones de los Ramoncitos terminaban: ‘Y entonces me desperté…’Yo había hecho una composición tema ‘La primavera’, y había sido paseado por todos los grados del colegio. La señorita Chiampitti me llevaba a mí de la mano; en la otra sostenía el cuaderno y se lo mostraba a todas las maestras y las maestras me acariciaban la cabeza y me miraban con admiración al detenerse en la frase: ‘Los pájaros nos alegran con sus trinos’. Quizá yo tendría que haber intuido que mi destino iba a ser literario, pero no lo intuí.”